Porque las palabras están dentro, distraídas, vagabundas, erráticas.
Porque desean salir, tener vida. Buscan un lugar donde trascender más allá del silencio.
Escribir porque hay historias que se quedaron mudas y que desean ser escuchadas.
Y llegará el día en que todas esas palabras encuentren la salida, fluyan y dancen libremente a través de una pluma.
Y nada podrá detener ese torrente, historias jamás contadas que tocarán almas e invitarán a otras a salir para ser leídas.
Porque la palabra puede transformarse en algo vivo, ardiente, con vida propia. Y ese caudal de palabras, convertidas en historias, quizá logren transformar vidas. Quizá.